La gastronomía en la obra de Cervantes

 

Con motivo del estreno de la película "El Cautivo" de Amenábar, que se centra en el periodo en que Miguel de Cervantes es capturado en alta mar y llevado como rehén a una prisión de Argel, he decidido hacer este post sobre la gastronomía en la obra del Príncipe de los Ingenios.

El autor del famoso Don Quijote no utiliza la gastronomía como un adorno o accesorio, sino que es un recurso utilizado como simbolismo social y de crítica, ya que, en el Siglo de Oro, la comida era un diferenciador del estatus. De hecho, en la España de los siglos XVI-XVII, la mesa reflejaba las jerarquías sociales: mientras las gentes de origen humilde comían pan negro, legumbres, tocino o queso seco, la nobleza presumía de comer carnes de caza, vinos caros y especias.

En la obra de Cervantes podemos apreciar estas diferencias constantemente, siempre con tono crítico y realista.
Concretamente, en Don Quijote de la Mancha, la gastronomía cumple dos funciones: por un lado, le sirve para presentar a los personajes y, por otro, para contrastar entre el ideal y la realidad.

Por ejemplo, para presentar al hidalgo Alonso Quijano (don Quijote) nos describe su dieta:
"Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos..." (Parte I, Cap. 1).

Además de ser una de las listas alimentarias más famosas de la literatura, que presenta la dieta rural castellana de la época, nos da cuenta de la realidad social del protagonista: es un hidalgo sin grandes riquezas, pero tampoco es un mendigo.
La olla u "olla podrida" era el guiso doméstico más popular del Siglo de Oro. Su nombre no proviene de que se hubiera echado a perder, sino de "poderida", es decir, "poderosa", por la variedad de sus ingredientes. Un símbolo campesino de abundancia que incluía legumbres, carne, tocino, verduras...

También el salpicón sería una mezcla de carnes troceadas. Un aprovechamiento de ingredientes que se aliñaban con vinagre, aceite y cebolla.

Los famosos "duelos y quebrantos" manchegos son un plato humilde y muy citado, típico de los sábados que, probablemente, estuviese ligado a restricciones religiosas y que consistía en huevos revueltos con tocino o chorizo. El nombre aludiría, pues, al "duelo" por la abstinencia de carne, y "quebrantos" por romper esa abstinencia con algo de cerdo.

Las lentejas también eran una comida habitual, asociada a abstinencias religiosas. Y el "palomino", es decir, paloma o pichón (caza menor), se reservaba como un pequeño "lujo" para los domingos.

En cuanto a Sancho Panza, es el personaje que encarna lo material y corporal. Su preocupación siempre es el estómago, lo que le hace más "terrenal", en oposición al idealismo de Don Quijote.
En el capítulo de la Insula de Barataria podemos apreciar su preferencia por las comidas sencillas frente al fasto cortesano:
"Trajéronle de cenar una ensalada de muchas cosas revueltas y mal aderezadas, y un plato de carne cocida tan poco sabrosa, que no bastó a probarla. Pedía Sancho pan y sal, y, al ver que se lo negaban, con gran enojo dijo:
- Si me han de dar de comer, denme de lo que se usa en mi tierra, que es pan y cebolla, y vaca cocida." (Parte II, Cap. 53).

Como vemos, un pasaje clave donde Sancho rechaza el refinamiento cortesano prefiriendo lo sencillo. Cervantes utiliza esta escena como sabiduría práctica: el realismo frente a la vanidad social.

Pero si algo caracteriza a Sancho Panza es el pan con queso que acompaña siempre al campesino viajero, presentado aquí con mucho humor:
"Sacó Sancho de las alforjas lo que él llamaba condumio, y era un pedazo de queso tan duro que a no dar con él en una pared, no se rompiera" (Cap. 20).

El contraste entre sueño y realidad, seña de identidad de Don Quijote, se aprecia claramente, además de en la visión de los molinos de viento como gigantes, en el episodio de la venta, donde el protagonista confunde dicha posada con un castillo y sus viandas cotidianas (puchero, bacalao, pan duro) con banquetes caballerescos:
"Sucedió, pues, que llegó a una venta que le pareció, según a él le parecía, castillo, con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata... Preguntó si había cena; respondiéronle que sí, que había para él y para su caballo: de la una cosa y de la otra, poco" (Parte I, Cap. 2).

Esto es ironía pura, pues, mientras la cena es escasa (bacalao salado, pan duro, vino agrio), Don Quijote lo interpreta como un banquete digno de un caballero.
El bacalao salado era comida habitual en ventas y posadas: era barato, fácil de conservar y común en días de abstinencia.

Otro capítulo memorable es el de los duques y su banquete-burla. En este pasaje, unos nobles reciben a los protagonistas y organizan un banquete a modo de burla, utilizándose aquí la gastronomía como un símbolo de poder y espectáculo: los nobles conocen las prácticas cortesanas y las usan para divertirse a costa de la ingenuidad de sus humildes invitados:
"Convidáronle a comer, y pusiéronle delante una mesa de tanta grandeza y aparato, que él quedó suspenso y pensativo, sin saber qué hacerse." (Parte II, Cap. 32).

Cervantes utiliza este capítulo para denunciar la hipocresía de la nobleza, que convierte la hospitalidad en un teatro o espectáculo cruel y burlesco.

Pero más allá del "Don Quijote", también podemos encontrar referencias gastronómicas en otras obras cervantinas. Ejemplo de ello son las Novelas Ejemplares.
La novela picaresca retrata el mundo de los pícaros y ladrones, las tabernas y los banquetes comunitarios: un espacio de intercambio y supervivencia donde predomina la precariedad, el ingenio y las normas propias de la picaresca.

En Rinconete y Cortadillo leemos:
"Acabada la oración, mandó Monipodio traer de almorzar, y sacaron unas tajadas de pescado frito con pan y vino; y allí, todos a la mesa, comieron como si fueran hombres honrados." 
Vemos cómo la comida es un acto de cohesión entre delincuentes, un banquete humilde que los iguala y refuerza su código de hermandad.

En cuanto a la fritura, era un método popular en Sevilla. El pescado barato (boquerones, sardinas) se freía en aceite y se acompañaba de pan.

También en La gitanilla vemos esas comidas festivas y de celebración como elementos de cohesión social, acompañado de música y danza. Aquí la comida sirve para definir la identidad cultural, contraponiendo lo festivo a la mesa doméstica:
"Llegó la tarde, y con ella la fiesta: vino el baile, la guitarra, el canto y la comida, que no faltó, abundante y alegre, como de gente libre y suelta."
Es decir, se asocia la comida a la celebración colectiva, acompañada de música y baile. Aquí la mesa simboliza la libertad gitana frente a la rigidez cortesana, donde la abundancia no es un lujo refinado, sino la alegría compartida.

También se ridiculizan los excesos aristocráticos en El licenciado Vidriera: "Preguntáronle qué le parecía del comer de los señores, y dijo que era como las medicinas: cuanto menos, tanto mejor."
La comparación entre banquete y medicina sugiere que, ambos, en exceso, son dañinos, por lo que se trata de una sátira contra la ostentación y la gula de los aristócratas.

En conclusión, Cervantes utiliza la gastronomía como símbolo social para ironizar y crear situaciones cómicas, define las clases sociales y le sirve de instrumento crítico.
A través de platos campesinos, sabores y escenas en torno a la mesa, Cervantes ofrece una radiografía de la época donde comer es un signo cultural que muestra al hidalgo pobre que sueña con glorias, al escudero que ama lo sencillo, los nobles que convierten su mesa en un espectáculo y los pícaros que legitiman su mundo alrededor de una mesa.

Recrear hoy en día estos platos es una forma de acercarse a la vida cotidiana del Siglo de Oro que nos legó uno de los escritores más grandes de la historia de la literatura universal.

Bibliografía de referencia:

- Avalle-Arce, Juan Bautista, La comida y la bebida en el Quijote. Ed. Anaya (Salamanca, 1970).
- Redondo, Augustin, Otra manera de leer el Quijote: historia, tradiciones culturales y literatura. Ed. Castalia (Madrid, 1997).
- Canavaggio, Jean, Cervantes. Ed. Crítica (Barcelona, 2000).
- Martínez Llopis, Manuel, Historia de la gastronomía española. Ed. Alianza (Madrid, 1995).
- Cid, Jesús, "La alimentación en el Quijote: de la olla podrida al bacalao en escabeche", en Anales Cervantinos, 40 (2008, págs. 59-82).
- Domínguez Ortiz, Antonio, La sociedad española en el Siglo de Oro. Ed. Alianza (Madrid, 1985).
- Huetz de Lemps, Alain, Vinos y viñedos de Castilla-La Mancha en tiempos de Cervantes. CSIC (Madrid, 2001).
- Montanari, Massimo, Historia de la alimentación. Ed. Crítica (Barcelona, 1993).
- Flandin, Jean-Louis y Montanari, Massimo (eds.), Historia de la alimentación. Ed. Trea (Madrid, 2004).
- Caro Baroja, Julio, Vidas mágicas e Inquisición. Ed. Istmo (Madrid, 1992).
- Fernández-Armesto, Felipe, "Food in Literature: Cervantes' Menu", en Hispanic Review, 54, 1 (1986, págs. 1-15).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Imprimir